28/2/12

San Bernardo y "El Cantar de los Cantares"

  
SERMÓN 20 DE SAN BERNARDO
Nació en Borgoña (Francia) el año 1090. Fue el principal propulsor de la reforma cisterciense, promotor de la santidad en todos los estados, y paladín intrépido de la integridad de la fe católica. Es el último de los Padres de la Iglesia, pero uno de los que más impacto ha tenido en ella. Muere en Claraval el año 1153. Fue canonizado el 18 de junio de 1174 por el Papa Alejandro III y declarado Doctor de la Iglesia en 1830 por Pío VIII.
San Bernardo es autor de muchas obras: tratados, sermones litúrgicos (su obra más extensa), sentencias, parábolas, cartas, etc., etc., por lo que la Iglesia nos lo presenta como doctor, y al cumplirse el VIII centenario de su muerte, el Papa Pío XII, lo declaró “Doctor Mellifluus” con una Encíclica[1]. En ella, nos dice el Papa lo que San Bernardo significa para Iglesia, es decir, nos lo muestra como una voz de la Iglesia docente y un testigo seguro de la tradición cristina. Entre lo mucho que escribió, hay una obra, “Comentarios al Cantar de los Cantares de la Sagrada Escritura”, que se alza indiscutiblemente con la bandera de la paternidad[2]. Hacia 1120, Bernardo enfermo y apartado de la comunidad por fuerza de su quebrantada salud, se entretiene en largos coloquios con su amigo Guillermo de Saint Thierry acerca de la “naturaleza espiritual del alma y del Cantar de los Cantares”[3].
Los autores místicos medievales no son preponderadamente intelectuales sino afectivos. Así, San Bernardo llevado de su piedad, aprendió a considerar amorosamente todos y cada uno de los aspectos de la persona de Cristo, a meditar sobre todos los instantes de su vida y a derramar lágrimas por cada una de las heridas. Es natural, por tanto, que en su teología mística se vea obligado a considerar el papel de este amor a la Persona de Cristo.
El Cantar de los Cantares ha sido uno de los libros favoritos de los místicos medievales, pero dentro del ámbito cisterciense es, entre todos los libros de la Biblia, la composición que más configura el carisma cisterciense en su raíz.
            Aprender de Cristo. Para San Bernardo el amor no es un simple programa, es una Persona: Cristo. El sermón 20 sobre el Cantar es, sin duda una de sus páginas más bellas y cristianas sobre el amor. ¿Cómo nos amó Cristo? Tiernamente, sabiamente, valerosamente: “Su amor fue tierno, porque se revistió de nuestro cuerpo; sabio, porque canceló la culpa; valiente, porque arrostró la muerte. Y hace la aplicación: aprende de Cristo cómo debes amar a Cristo. Aprende a amar entrañablemente, sabiamente y valerosamente… Sea tu amor ferviente, recatado, invulnerable.

EL AMOR QUE CAUTIVA EL CORAZÓN
Comentamos el párrafo perteneciente al sermón 20:
            “Pero hay algo que me conmueve más, me apremia más y me inflama más: es, buen      Jesús, el cáliz que bebiste, la obra de nuestra redención. Ella reclama, sin duda,   espontáneamente, todo nuestro amor. Cautiva toda la dulzura de nuestro corazón, lo            exige con la justicia más estricta, lo compromete con mayor rigor y lo afecta con    mayor vehemencia, porque le exigió muchos sufrimientos al Salvador. No le costó     tanto la creación del universo entero: él lo dijo y existió; él lo mandó y surgió. Pero   ahora tendrá que soportar a cuantos se oponen a su doctrina, a los que espían sus      obras, a los que le insultan entre tormentos y lo vituperan por su muerte. Mira cómo amó. No olvides que su amor no es mera devolución, sino una entrega total”[4].
San Bernardo en este texto nos estimula al amor de Cristo, recordándonos “el cáliz que bebió”, su Pasión redentora.
El amor de Dios es -dice San Bernardo- creador del amor del hombre: Él hace que le amemos[5]. Nada más entrañable para él, que esta dependencia esencial y vital del amor humano para con el amor de Dios, del que es la creación, y de la que habla al comienzo de este sermón. La creación es una obra de salvación. Pero lo es, mucho más, buen Jesús, el cáliz que bebiste. Me lo exige a mí (nos lo exige a todos) con la justicia más estricta: es tanto lo que Él hizo por mí… (por cada hombre).
En este texto, San Bernardo hace referencia a lo que tendrá que soportar, porque amándonos tanto, lo que le es más preciado, las almas humanas, se opone a su amor, a su obra de Redención. Delata como un reproche solapado, un recuerdo triste que parece oscurecer su alegría por el triunfo de su pasión, los que no le reconocen o se apartan de Él.
Pero también podemos destacar otra conclusión en estas palabras: Pero ahora tendrá que soportar a cuantos se oponen a su doctrina, a los que espían sus obras, a los que le insultan entre tormentos y lo vituperan por su muerte, haciendo alusión a que siempre habrá almas que no verán el amor de Dios, porque sus pecados pasados o presentes se lo impiden.
Este texto de San Bernardo tiene que ser un gran estímulo para nuestras almas, comprometiéndonos a sufrir con Él por tantas personas alejadas de su amor. Cristo, que padeció y sigue padeciendo en sus miembros, por ser Él la cabeza, salvará a esas almas en el momento adecuado.
Para nosotros, contemplativos, en nuestro estado de intimidad con Dios, hemos de buscar, con la oración y los sacrificios, acercar a Cristo a esas almas alejadas de Él por sus pecados, para que abran sus corazones al don infinito de su AMOR, y no opongan ya resistencia a su Pasión salvadora; y, mientras se da en ellas esa conversión o reconocimiento de su amor, intentar reparar... “Misterio profundo -como decía D. José Rivera Ramírez[6], sacerdote en proceso de canonización- que la salvación de muchos dependa solo de unos pocos”.
Este texto de San Bernardo es de viva actualidad, no porque el mundo esté dispuesto a escucharlo, ya que: Ahora tendrá que soportar a cuantos se oponen a su doctrina, a los que espían sus obras, a los que le insultan entre tormentos y lo vituperan por su muerte, sino por la inmensa necesidad que tenemos de Él. Dios, Dueño y Señor de la historia, ha de suscitar en nosotros y recordarnos en este momento concreto, la sabiduría de la cruz: “necedad para los que se pierden, fuerza de Dios para los que se salvan”[7]. La experiencia del misterio de la Cruz inflamó en amor a San Bernardo y también hoy está destinada a ser un mensaje para los demás.
En la cruz se ha manifestado el amor gratuito y misericordioso de todo un Dios: “me amó y se entregó por mí”[8] por cada hombre, por todos las almas. La imitación de Cristo es auténtica cuando incluye el asumir con Él el sufrimiento por amor[9].
A todos los cristianos este: pero hay algo que conmueve..., nos tiene que mover a reparar y expiar por un grado más fuerte de justicia y de amor, para así padecer con Cristo paciente y “colmado de oprobios”, y proporcionarle, según nuestra pequeñez, algo de consuelo. Como nos dice San Pablo en[10]: “Ahora me alegro por los padecimientos que soporto por vosotros…. Nos lo exige “con la justicia más estricta” a todos los mortales. Si en la historia humana está presente el dolor y el sufrimiento, se entiende entonces por qué su omnipotencia se manifestó con la humillación mediante la cruz. Si no hubiese existido esa agonía, si no hubiese bebido ese cáliz, la verdad de que Dios es Amor estaría por demostrar.
Este texto, que refleja el Evangelio del sufrimiento, sigue siendo para el hombre de hoy un escándalo y una locura, porque “el hombre, naturalmente[11], no capta las cosas del espíritu de Dios”[12] En la pasión y en la cruz de Cristo, se condensa la historia larga y dramática de las infidelidades de los hombres al designio divino. Ya que la pasión nos lleva a meditar -como le ocurrió a San Bernardo- el gran misterio del mal y del pecado que oprimen a la humanidad a lo largo de la historia; no menos hoy, al contrario. Pero los sufrimientos de Cristo expían este mal y la luz de un Amor, el de Dios, es más fuerte que el pecado y el rechazo de ese amor infinito del que sufrió por todos los hombres.
Con este: pero hay algo que me conmueve más, me apremia más y me inflama más..., se esclarece la relación en que se encuentra el hombre con Dios. La revelación de Cristo sufriente es, a la vez, revelación de la lejanía y la desobediencia del hombre respecto a Dios. Lo que ahora es conocido es Su amor sin medida: buen Jesús, el cáliz que bebiste, que puede ser al mismo tiempo causa de rechazo o de aceptación por parte del hombre. Es lo que sucedió con la obra de Jesús: perdonó los pecados que fueron reconocidos por los hombres, pero desveló también el pecado de incredulidad, que no fue admitido por los mismos pecadores. Siervo doliente e inocente -como nos dice Isaías en el cuarto cántico del Siervo- que se dejó llevar en silencio al patíbulo, abrumado por el pesado fardo de nuestros crímenes[13].
Al leer este texto de San Bernardo, podemos suplicarle, llenos de confianza y abiertos a la esperanza: ¡Señor, ten piedad! ¡Señor, escucha y ten piedad!
S. Florinda Panizo
Monasterio cisterciense de la Sta Cruz


[1] Cf. Pío XII, Doctor Mellifluus, Encíclica con motivo del octavo centenario de la muerte de San Bernardo, 24-5-1953.
[2] Cf. J. Leclercq, Recueil d’études sur S. Bernard et ses écrits I (Roma 1962) p. 175 ss.
[3] Guillermo De St. Thierry, Vita prima S. Bernardi: ML 184, 398a. Cf. también Piazzoni Ambrogio M., El primer biógrafo de S. Bernardo: Guillermo de Saint Thierry. La primera parte de la Vita prima como obra teológica y espiritual, Cistercium 198 (1994) 453-470.
[4] Cf. San Bernardo, Sermones sobre el Cantar de los Cantares 20, Vol. V, BAC, Madrid 1984, p. 279.
[5] Cf. San Bernardo, Tratado sobre el amor de Dios 22, BAC, Madrid 1985, p.331.
[6] 192-1991
[7] 1Co 1, 17-18
[8]  Gál 2, 20,  
[9]  1P 4,14.
[10]  Col 1, 24. 29
[11]  El hombre abandonado exclusivamente a los recursos de su naturaleza.
[12]  1Co 2, 14
[13]  Las persecuciones que el Siervo padecerá con gran paciencia, 53,7, son un escándalo para los espectadores, 52, 14-15; 53, 2-3. 7-9, pero en realidad son una intercesión y una expiación por los pecados.

1 comentario:

  1. Anónimo3.4.12

    ¡Qué bello comentario! Me ha ayudado mucho, en estos días que preceden al Santo Triduo, a meditar en el "amor sin medido de Cristo hacia nosotros".
    Gracias por enseñarnos a profundizar y reflexionar en el amor del Señor a través del gran santo Bernardo.

    ResponderEliminar