Volver a Dios de
todo Corazón
Cister – Alconada 2017
REGLA
DE SAN BENITO
CAPÍTULO XLIX
LA OBSERVANCIA DE LA
CUARESMA
1 Aunque la vida del monje debería tener en todo tiempo una observancia
cuaresmal, 2 sin embargo, como son pocos los que tienen semejante fortaleza,
los exhortamos a que en estos días de Cuaresma guarden su vida con suma pureza,
3 y a que borren también en estos días santos todas las negligencias de otros
tiempos. 4 Lo cual haremos convenientemente, si nos apartamos de todo vicio y
nos entregamos a la oración con lágrimas, a la lectura, a la compunción del
corazón y a la abstinencia.
5 Por eso,
añadamos en estos días algo a la tarea habitual de nuestro servicio, como
oraciones particulares o abstinencia de comida y bebida, 6 de modo que cada
uno, con gozo del Espíritu Santo, ofrezca voluntariamente a Dios algo sobre la
medida establecida, 7 esto es, que prive a su cuerpo de algo de alimento, de
bebida, de sueño, de conversación y de bromas, y espere la Pascua con la
alegría del deseo espiritual.
8 Lo que cada
uno ofrece propóngaselo a su abad, y hágalo con su oración y consentimiento, 9
porque lo que se hace sin permiso del padre espiritual, hay que considerarlo
más como presunción y vanagloria que como algo meritorio. 10 Así, pues, todas las cosas hay
que hacerlas con la aprobación del abad.
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Miercoles de ceniza 1 de marzo
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Jueves de ceniza 2 de marzo
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Palabra de Dios
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Cuidad de no practicar vuestra
justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos ; de lo
contrario, no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial. Mt 6, 1 .
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El que quiera salvar su vida,
la perderá ; pero el que pierda su vida por mi causa, la salvará.
Lc 9, 24
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Propuesta Oración
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Señor, fortalécenos con tu auxilio al empezar la Cuaresma para que
mantengamos un espíritu de conversión.
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Que tu Gracia inspire, sostenga y acompañe nuestras obras, para que
nuestro trabajo comience y acabe en Tí.
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Mensaje cuaresmal 2017 del Papa Francisco
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El Evangelio del rico y del
pobre Lázaro nos ayuda a prepararnos bien para la Pascua que se acerca. La
liturgia del Miercoles de Ceniza nos invita a vivir una experiencia
semejantea la que el rico ha vivido de manera muy dramática
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La Cuaresma es el tiempo
propicio para renovarse en el encuentro con Cristo vivo en su Palabra, en los
sacramentos y en el prójimo.
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Regla de San Benito
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Y hemos de saber que seremos escuchados, no porque hablemos mucho, sino
por la pureza de corazón la lágrimas
de compunción.
R.B. 20, 3
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Ceñidos, pues, nuestros lomos con la fe y la observancia de las buenas
obras, tomando por guía el Evangelio, sigamos sus caminos, para que
merezcamos ver a Aquel que nos llamó a su reino. prol.21.
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Viernes de ceniza 3 de marzo
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Sábado de ceniza 4 de marzo
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Palabra de Dios
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¿ Es que pueden guardar luto los amigos del novio
mientras el novio está con ellos ?.Llegará un día en que se lleven al
novio y entonces ayunarán. Mt 9, 15.
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No he venido
a llamar a los justos, sino a los pecadores a que se conviertan.
Lc. 5, 32
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Propuesta Oración
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Señor, que la austeridad exterior que practicamos
vaya siempre acompañada por la sinceridad de corazón.
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Dios nuestro,
mira compasivo nuestra debilidad y extiende sobre nosotros tu mano poderosa.
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Mensaje cuaresmal 2017 del Papa Francisco
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El cristiano está llamado a volver a Dios «de todo
corazón »(Jl 2, 12) , a no contentarse con una vida mediocre, sino a
crecer en amistad con el Señor.
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El pobre en la puerta del rico, no es una carga molesta, sino una llamada
a convertirse y a cambiar de vida.
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Regla de San Benito
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Cada uno por encima de la medida que tiene
prescrita, ofrezca voluntariamente alguna cosa a Dios « con gozo del
Espíritu Santo »
R.B. 49, 6
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Confesar
todos los días a Dios en la oración, con lágrimas y gemidos del corazón, las
culpas pasadas, y de esas mismas culpas correguirse en adelante.
R.B. 4, 57-
58.
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Mensaje del Papa Francisco para
la Cuaresma 2017
La Palabra es un don. El otro es un don
Queridos
hermanos y hermanas:
La Cuaresma es un nuevo comienzo, un camino que nos lleva a un
destino seguro: la Pascua de Resurrección, la victoria de Cristo sobre la
muerte. Y en este tiempo recibimos siempre una fuerte llamada a la conversión:
el cristiano está llamado a volver a Dios «de todo corazón» (Jl 2,12), a no
contentarse con una vida mediocre, sino a crecer en la amistad con el Señor. Jesús
es el amigo fiel que nunca nos abandona, porque incluso cuando pecamos espera pacientemente
que volvamos a él y, con esta espera, manifiesta su voluntad de perdonar (cf.
Homilía, 8 enero 2016).
La Cuaresma es un tiempo propicio para intensificar la vida del
espíritu a través de los medios santos que la Iglesia nos ofrece: el ayuno, la
oración y la limosna. En la base de todo está la Palabra de Dios, que en este
tiempo se nos invita a escuchar y a meditar con mayor frecuencia. En concreto,
quisiera centrarme aquí en la parábola del hombre rico y el pobre Lázaro (cf.
Lc 16,1931). Dejémonos guiar por este relato tan significativo, que nos da la
clave para entender cómo hemos de comportarnos para alcanzar la verdadera
felicidad y la vida eterna, exhortándonos a una sincera conversión.
El otro
es un don
La parábola comienza presentando a los dos personajes principales,
pero el pobre es el que viene descrito con más detalle: él se encuentra en una
situación desesperada y no tiene fuerza ni para levantarse, está echado a la
puerta del rico y come las migajas que caen de su mesa, tiene llagas por todo
el cuerpo y los perros vienen a lamérselas (cf. vv. 20-21).
El
cuadro es sombrío, y el hombre degradado y humillado.
La escena resulta aún más dramática si consideramos que el pobre
se llama Lázaro: un nombre repleto de promesas, que significa literalmente
«Dios ayuda». Este no es un personaje anónimo, tiene rasgos precisos y se
presenta como
alguien
con una historia personal. Mientras que para el rico es como si fuera invisible,
para nosotros es alguien conocido y casi familiar, tiene un rostro; y, como tal,
es un don, un tesoro de valor incalculable, un ser querido, amado, recordado por
Dios, aunque su condición concreta sea la de un desecho humano (cf. Homilía, 8
enero 2016).
Lázaro nos enseña que el otro es un don. La justa relación con
las personas consiste en reconocer con gratitud su valor. Incluso el pobre en
la puerta del rico, no es una carga molesta, sino una llamada a convertirse y a
cambiar de vida. La primera invitación que nos hace esta parábola es la de
abrir la puerta de nuestro corazón al otro, porque cada persona es un don, sea
vecino nuestro o un pobre desconocido. La Cuaresma es un tiempo propicio para
abrir la puerta a cualquier necesitado y reconocer en él o en ella el rostro de
Cristo. Cada uno de nosotros los encontramos en nuestro camino. Cada vida que
encontramos es un don y merece acogida, respeto y amor. La Palabra de Dios nos
ayuda a abrir los ojos para acoger la vida y amarla, sobre todo cuando es
débil. Pero para hacer esto hay que tomar en serio también lo que el Evangelio
nos revela acerca del hombre rico.
El
pecado nos ciega
La parábola es despiadada al mostrar las contradicciones en las
que se encuentra el rico (cf. v. 19). Este personaje, al contrario que el pobre
Lázaro, no tiene un nombre, se le
califica sólo como «rico». Su opulencia se manifiesta en la ropa que viste, de
un lujo exagerado. La púrpura, en efecto, era muy valiosa, más que la plata y
el oro, y por eso estaba reservada a las divinidades (cf. Jr 10,9) y a
los
reyes (cf. Jc 8,26). La tela era de un lino especial que contribuía a dar al aspecto
un carácter casi sagrado. Por tanto, la riqueza de este hombre es excesiva,
también porque la exhibía de manera habitual todos los días: «Banqueteaba
espléndidamente cada día» (v. 19). En él se vislumbra de forma patente la
corrupción del pecado, que se realiza en tres momentos sucesivos: el amor al
dinero, la vanidad y la soberbia (cf. Homilía, 20 septiembre 2013).
El apóstol Pablo dice que «la codicia es la raíz de todos los
males» (1 Tm 6,10). Esta es la causa principal de la corrupción y fuente de
envidias, pleitos y recelos. El dinero puede llegar a dominarnos hasta
convertirse en un ídolo tiránico (cf. Exh. ap. Evangelii gaudium, 55). En lugar
de ser un instrumento a nuestro servicio para hacer el bien y ejercer la
solidaridad con los demás, el dinero puede someternos, a nosotros y a todo el
mundo, a una lógica egoísta que no deja lugar al amor e impide la paz.
La parábola nos muestra cómo la codicia del rico lo hace
vanidoso. Su personalidad se desarrolla en la apariencia, en hacer ver a los
demás lo que él se puede permitir. Pero la apariencia esconde un vacío
interior. Su vida está prisionera de la exterioridad, de la dimensión más
superficial y efímera de la existencia (cf. ibíd., 62).
El peldaño más bajo de esta decadencia moral es la soberbia. El
hombre rico se viste como si fuera un rey, simula las maneras de un dios,
olvidando que es simplemente un mortal. Para el hombre corrompido por el amor a
las riquezas,
no
existe otra cosa que el propio yo, y por eso las personas que están a su alrededor
no merecen su atención. El fruto del apego al dinero es una especie de ceguera:
el rico no ve al pobre hambriento, llagado y postrado en su humillación.
Cuando miramos a este personaje, se entiende por qué el
Evangelio condena con tanta claridad el amor al dinero: «Nadie puede estar al
servicio de dos amos. Porque despreciará a uno y querrá al otro; o, al
contrario, se dedicará
al
primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero» (Mt 6,24)
La
Palabra es un don
El
Evangelio del rico y el pobre Lázaro nos ayuda a prepararnos bien para la Pascua
que se acerca. La liturgia del Miércoles de Ceniza nos invita a vivir una
experiencia semejante a la que el rico ha vivido de manera muy dramática. El
sacerdote, mientras impone la ceniza en la cabeza, dice las
siguientes
palabras: «Acuérdate de que eres polvo y al polvo volverás». El rico y el
pobre, en efecto, mueren, y la parte principal de la parábola se desarrolla en
el más allá. Los dos personajes descubren de repente que «sin nada vinimos al
mundo, y sin nada nos iremos de él» (1 Tm 6,7).
También nuestra mirada se dirige al más allá, donde el rico
mantiene un diálogo con Abraham, al que llama «padre» (Lc 16,24.27),
demostrando que pertenece al pueblo de Dios. Este aspecto hace que su vida sea
todavía más contradictoria, ya que hasta ahora no se había dicho nada de su
relación con
Dios.
En efecto, en su vida no había lugar para Dios, siendo él mismo su único dios.
El rico sólo reconoce a Lázaro en medio de los tormentos de la
otra vida, y quiere que sea el pobre quien le alivie su sufrimiento con un poco
de agua. Los gestos que se piden a Lázaro son semejantes a los que el rico
hubiera tenido que hacer y nunca realizó. Abraham, sin embargo, le explica:
«Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en vida, y Lázaro, a su vez, males:
por eso encuentra aquí consuelo, mientras que tú padeces» (v. 25). En el más
allá se restablece una cierta equidad y los males de la vida se equilibran con
los bienes.
La parábola se prolonga, y de esta manera su mensaje se dirige a
todos los cristianos. En efecto, el rico, cuyos hermanos todavía viven, pide a Abraham que les
envíe a Lázaro para advertirles; pero Abraham le responde: «Tienen a Moisés y a
los profetas; que los escuchen» (v. 29). Y, frente a la objeción del rico,
añade: «Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no harán caso ni aunque
resucite un muerto» (v. 31).
De esta manera se descubre el verdadero problema del rico: la
raíz de sus males está en no prestar oído a la Palabra de Dios; esto es lo que
le llevó a no amar ya a Dios y por tanto a despreciar al prójimo. La Palabra de
Dios es una fuerza viva, capaz de suscitar la conversión del corazón de los
hombres y orientar nuevamente a Dios. Cerrar el corazón al don de Dios que
habla tiene como efecto cerrar el corazón al don del hermano.
Queridos hermanos y hermanas, la Cuaresma es el tiempo propicio
para renovarse en el encuentro con Cristo vivo en su Palabra, en los
sacramentos y en el prójimo. El Señor ―que en los cuarenta días que pasó en el
desierto venció los
engaños
del Tentador― nos muestra el camino a seguir. Que el Espíritu Santo nos guie a
realizar un verdadero camino de conversión, para redescubrir el don de la
Palabra de Dios, ser purificados del pecado que nos ciega y servir a Cristo presente
en los hermanos necesitados. Animo a todos los fieles a que manifiesten también
esta renovación espiritual participando en las campañas de Cuaresma que muchas
organizaciones de la Iglesia promueven en distintas partes del mundo para que
aumente la cultura del encuentro en la única familia humana.
Oremos
unos por otros para que, participando de la victoria de Cristo, sepamos abrir
nuestras puertas a los débiles y a los pobres. Entonces viviremos y daremos un
testimonio pleno de la alegría de la Pascua.
Vaticano,
18 de octubre de 2016
Fiesta
de San Lucas Evangelista
FRANCISCO
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